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lunes, 31 de diciembre de 2012

La B es neroverdi

Cerrar el año ha sido fácil en la provincia de Módena en lo que al fútbol se refiere. En al tercera ciudad más grande de la provincia norteña han celebrado de la mejor forma el nonagésimo aniversario del Unione Sportiva Sassuolo. El club ha superado las cifras de la Juventus de 2006 en Serie B, consiguiendo en veintidós jornadas 51 puntos, la mejor cifra de la historia de la división de plata del fútbol italiano. Además, lo ha conseguido siendo el equipo más goleador y con el portero que recoge menos balones de su portería. Los neroverdi saben a lo que juegan y lo hacen bien. 

 Francesco Magnanelli no es ningún jovencito, tampoco un veterano pero llevar siete años en un club le hacen ser el capitán y estandarte del club sassolesi. Magnanelli luce '4' y brazalete en el centro del campo del Alberto Braglia (a la espera de la ampliación del Stadio Enzo Ricci, casa de los neroverdi hasta que consiguieran el ascenso a Serie B en 2008)  como el conductor de la máquina más perfecta jamás construida. El Sassuolo se ha erguido sobre sus hombros y se ha apoyado en sus dos escuderos, Missiroli y Bianchi. El primero pone el toque y la precisión ante la llegada y perseverancia del segundo. Magnanelli agradece el desahogo que provocan y se siente protagonista de la squadra. El técnico, Eusebio Di Francesco, le ha dado las riendas a Magnanelli como ya hicieran los seis técnicos que ha tenido el Sassuolo  en estos cinco años en Serie B. Cumple, y, además, lo hace bien. Lo hace bien porque tiene dos buenos escuderos y porque en la parcela ofensiva el Sassuolo está rindiendo de una forma escandalosa. Contar con seis jugadores de ataque y que todos hayan marcado esta temporada es único. Único, y propio de esta escuadra que ha rozado la perfección en su noventa cumpleaños y a la que le espera un 2013 histórico.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Óscar y Oscar

Siempre ha habido grandes ilustres, personajes que abarcan los focos, esos seres que son mediáticos por carácter, por actos o, simplemente, por estar en ese momento a la hora adecuada. Figuras que son omnipresentes y que hacen olvidar al resto de los actores. Las estrellas no siempre fueron apuesta ganadora, es más, muchas acabaron estrelladas. Ahí, en ese momento de la decadencia, de lo que parece el fin de una era, el fin de todo lo que prometía, aparecen ellos. No para ocupar el lugar de los ilustres, ni para ser lo que ellos fueron, todo lo contrario. La figura del secundario siempre estará ahí, implacable. El actor secundario es quien aguanta todo tipo de argumentos incoherentes sin elevar la voz, sin poner en duda el poderío mediático. No lo desea. Pero, cuando todo cae está ahí. Sin más. Como la voz en off que narra el argumento de lo que va a suceder a continuación. El que marca el camino. Por él pasa todo. Él sirve en bandeja de plata las balas y guarda, siempre, una en la recámara.

Óscar no es más que un chaval salmantino que empezó su andadura por la Primera División del fútbol español a principios de siglo. Aplicado en su cometido, silencioso y, siempre, actor secundario. En Valladolid vivió sus inicios en el fútbol y en Valladolid está viviendo su mejor momento como jugador. Entremedio: dos equipos y tres títulos. Cuatro años de sigilo en Zaragoza, donde se hizo algo más que un nombre; y dos años en Atenas. En La Romareda ganó la Supercopa en su primer año, y compartió honores con Villa en el club maño. En Grecia fue cómplice de Valverde en el doblete de un Olympiacos que solo lo había logrado una vez desde los años 90. Óscar siempre fue el segundo de ese personaje principal. Sus primeras temporadas cerca del Pisuerga; Aganzo, Fernando y Makukula le quitaron el protagonismo. Pese a ser el máximo goleador blanquivioleta el año del descenso, y su último año en Valladolid hasta su vuelta al equipo el año pasado en Segunda. Óscar volvió donde dejó al equipo. Pero volvió para devolverlo de donde no tendría que haber salido. Lo mejor, volvió siendo más de lo que fue. La experiencia con el Txingurri en Grecia enriqueció al talentoso mediapunta y con Djukic no hizo más que crecer. Además, Javi Guerra siguió ocultando a Óscar en un segundo plano los dos años del salmantino en Segunda, sin parecer trascendente, lo era todo. Este año sigue siendo la segunda bala del Valladolid, lo que siempre ha sido y lo que nunca dejará de ser. El actor principal que ocupa el puesto de secundario en el mejor Valladolid que se recuerda. El Valladolid de Djukic. El Valladolid de Óscar.


Oscar se distingue de Óscar por algo más que un acento, pero sus semejanzas también son más que las de la escritura. Les separan nueve años y dos centímetros. Oscar dos Santos nació en Brasil y empezó en el fútbol profesional cuando Óscar ya levantaba un doblete en la cuna de la civilización occidental. El brasileño inició su periplo profesional igual que el español, en primera. São Paulo no es un club en el que el joven futbolista pudiera actuar a su antojo y en dos años apenas jugó. Sin embargo, en 2010, tomó la decisión que le ha catapultado a ser el mayor actor secundario brasileño del momento. Cambió São Paulo por Porto Alegre, recaló en el club que tan solo cuatro años antes había doblegado al Barcelona de Rijkaard en la final de la Copa Intercontinental. En el Internacional, fue la sombra de Leandro Damião, el segundo jugador del equipo pero, como Óscar en Valladolid, el más trascendente. El segundo delantero sigue estando infravalorado, el mediapunta sigue sin ser ese jugador al que se alaba por ser quien es, el conductor de la nave ofensiva de un equipo. Oscar supo de su importancia y, como actor secundario salió de Brasil, justo cuando se hablaba de Neymar y de Lucas Moura, los actores principales del momento. Él seguirá en su rol. Sin embargo, una vez más el cambio le ha sentado bien al nacido en São Paulo. Llegó a Londres y se acopló al juego europeo tan rápido como Napoleón perdía sus tropas en el frío ruso. Pero este Chelsea parece ideal para los actores secundarios. Mata, Hazard y Oscar. Los secundarios por antonomasia de la liga inglesa no tienen actor principal. El actual Chelsea es la película sin estrella, la pistola que solo tiene la bala en la recámara, esa bala que ostenta Oscar.